La Palabra Viva, la Voz de Dios

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La importancia de la Palabra Viva; es decir, del Señor Jesucristo hablando directamente al hombre a través del Espíritu Santo, ha sido tan acallada que ni siquiera podemos entender correctamente a qué se refiere cuando se nos señala esto.

El miedo que se ha inculcado en el Cuerpo por escuchar directamente la voz de Dios sin que esto represente citar un versículo de la Biblia ha creado un grupo de loros que repiten la Biblia y tienen poca o ninguna relación con el Señor. No es más que idolatría bíblica, no obstante, nunca he escuchado un sermón sobre este tema.

Cuando el 90% de los cristianos usan frases como “la Palabra de Dios”, están haciendo referencia a la Biblia, no a la voz del Señor y mucho menos al Espíritu Santo; ¿por qué pasa esto? ¿cómo llegamos a este punto? ¿Aún pensamos que sólo la “clase clerical” inventada por los hombres puede entender correctamente la Palabra Viva? Si es así, ¡Entonces bien podríamos estar de vuelta en la era del oscurantismo!

Para que conste registro escrito, el verdadero cristianismo nunca enseñó en ninguna parte que la comunicación de Dios fuera de interpretación privada; por el contrario, enseñamos que la Palabra Viva que está en Su Cuerpo, le habla a Su Cuerpo y es confirmada por Su Cuerpo. Usted podría etiquetarnos de “herejes”, pero NO, la autoridad final de la verdad no es la Biblia RV60.

La autoridad final de la verdad es la VERDAD (Jesucristo ES la Verdad), es la Palabra Viva y Él mora en Su Cuerpo y habla a través de Su Espíritu. No digo que Él no pueda hablar a través de las Escrituras, por supuesto que lo hace, pero el 97% de la Iglesia primitiva era analfabeta y no tenía Biblias; sin embargo, fueron las primeras generaciones de creyentes las que impactaron al mundo entero.

No necesitaban un biberón de leche semanal para recibir una “Palabra del Señor”; no necesitaban hacer su “lectura bíblica diaria” como terapia de reemplazo para tener una relación viva con el Señor diariamente. Conocían a Dios y ninguna pandemia o ley romana podía impedirles tener acceso a su Creador y hablar el lenguaje del Reino Invisible.

Quiero compartir algunas palabras más bondadosas sobre el tema de parte de mi hermano Bryan Corbin:

“Cuanto más camino con el Señor, más me inclino a creer que la profundidad de nuestra relación con Él corresponde directamente al papel que asignamos al Espíritu Santo en nuestras vidas. Si simplemente lo consideramos como un fantasma (que esencialmente ilumina nuestro viaje espiritual), o lo ponemos en el papel de Pepe Grillo (es decir, una vocecita para alterar nuestra conciencia cuando es necesario), o lo tratamos como un abrigo de ensueño Technicolor (es decir, proporcionarnos experiencias espirituales estimulantes), o verlo como un instrumento más en nuestra caja de herramientas (es decir, ostentarlo sólo como un medio para hacer la obra del Señor)… nuestra relación con la persona de Dios probablemente seguirá siendo vaga y distante.

De hecho, hay denominaciones enteras que han llegado a la conclusión de que el Espíritu Santo esencialmente completó Su obra en el Primer Siglo, lo que resultó en “la palabra perfecta de Dios” (es decir, la Biblia), misma que ahora debe ser tratada como nuestra única fuente de verdad. Aunque ciertamente no quisiera disminuir el papel vital que juegan las Escrituras en nuestro caminar con el Señor, puedo decir con confianza que nunca tuvo la intención de suplantar la obra del Espíritu Santo.  De hecho, diría que no tenemos ninguna esperanza de aplicar correctamente las Escrituras sin la participación del Espíritu.

También es importante tener en cuenta que la Escritura en realidad nunca afirma ser la “Palabra de Dios”. Dice que en el principio era el Logos (la Palabra), y el Logos estaba con Dios, y el Logos era Dios (Juan 1:1); y luego explica que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14).

Antes de la crucifixión, Jesús les dijo a sus discípulos que era mejor que se fuera, para que viniera el Espíritu Santo. Y luego, en las epístolas, aprendemos que a través del Espíritu tenemos una unción que enseña “todas las cosas” (1 Juan 2:27), que se nos ha dado la “mente de Cristo” (1 Corintios 2:16), y que Él ha provisto todo lo que necesitamos para vivir piadosamente (2 Pedro 1:3). Finalmente, y quizás lo más importante, se nos recuerda que separados de Él, “nada” podemos hacer (Juan 15:5). Eso ciertamente incluye dividir correctamente la escritura.

Es demasiado fácil aferrarse a un versículo que aparentemente apoya nuestra posición, perspectiva o actitud; sin siquiera preguntar realmente al Señor sobre lo que realmente está diciendo acerca de un asunto. Sin contexto, es posible que queramos justificar el alejarnos de las personas difíciles (es decir, ‘dondequiera que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies, como testimonio contra ellos’ – Lucas 9:5), cuando el Espíritu en realidad está diciendo: ‘Al que te hiere en la mejilla, preséntale también la otra, y al que te quita el manto, no le niegues aun la túnica’(Lucas 6:29).

Podemos justificar el hecho de caminar como vagabundos basándonos en la carta de Pablo a los Tesalonicenses, donde dice que un hombre que se niega a trabajar no debe comer (2ª. Tes. 3:10), mientras que el Espíritu está tratando de recordarnos que hagamos lo que hagamos con “los más pequeños”, lo estaremos haciendo para el Señor (Mt 25, 40-45).

La declaración profética es muy parecida. No podemos simplemente captar lo que queremos que el Señor diga sobre un momento/situación específica. Necesitamos ir directamente a Él, escuchar lo que Él está diciendo y luego declarar esas cosas.

Los fariseos y los saduceos dedicaron sus vidas al estudio de las Escrituras y, sin embargo, cuando se les presentó el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento sobre la venida del Mesías, no pudieron reconocerlo. De la misma manera, podemos pasar tiempo estudiando diligentemente los textos antiguos sin siquiera encontrarnos con la persona de Dios (Mateo 7:21-23).

Jesús advirtió: ‘Estudiad diligentemente las Escrituras porque pensáis que en ellas tenéis la vida eterna. Estas son las mismas Escrituras que dan testimonio de mí, ¡y no queréis venir a Mí para tener vida!’ (Juan 5:39-40). Aunque nos gusta referirnos a la Biblia como la Palabra viva de Dios, esto solo es cierto en la medida en que el Espíritu Santo está involucrado.

Mi oración es que en los próximos años el Señor tenga misericordia de nosotros y nos aleje de las definiciones hechas por el hombre y nos haga regresar a las definiciones del Espíritu Santo.

Nuestra fe depende de ello.

“La fe viene por el oír y el oír por el Rhema de Dios”

Nuestro testimonio e impacto en este mundo dependen de que entendamos estas cosas.

 

Con mucho amor,

José L Bosque con Brian Corbin

 

En Ingles The Living Word the Voice of God

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