Líderes

Objeciones y respuestas con respecto a las ideas modernas del liderazgo en su iglesia

Por Frank Viola, de su libro “La Iglesia Reconfigurada, como lograr el ideal de la iglesia orgánica”

Ser sinceros es confrontarnos con la verdad. Por más desagradable e inconveniente que la verdad sea, creo que debe ser expuesta y enfrentada. —Dr. Martin Luther King Jr.

No estoy aquí para atacar al cristianismo, sino solo al manto institucional que lo cubre. —Pierre Berton

Durante siglos, ciertos textos del Nuevo Testamento han sido mal manejados para apoyar las estructuras de liderazgo jerárquico, o de posición, dentro de la iglesia. Este mal manejo ha causado daños no menores al cuerpo de Cristo.

La noción de autoridad jerárquica o rango, en parte, viene como resultado de malas traducciones o malas interpretaciones de ciertos pasajes bíblicos. Esos errores de traducción e interpretación han sido influidos por ciertas tendencias culturales que finalmente encubrieron el sentido original del lenguaje bíblico. Esas tendencias han transformado algunas palabras simples en títulos eclesiásticos de gran peso. Como resultado, se ha erosionado el panorama original de la iglesia.

Por lo tanto, se hace necesaria una nueva lectura del Nuevo Testamento en su idioma original para comprender apropiadamente ciertos textos. Por ejemplo, remitirnos al griego original arroja la siguiente comprensión:

  • Los obispos eran simples guardianes (episkopoi), y no dirigentes encumbrados de la iglesia.
  • Los pastores eran cuidadores (poimen), y no profesionales del púlpito.
  • Los ministros eran ayudantes (diakonos), y no clérigos.
  • Los ancianos eran hombres viejos y sabios (presbuteros), y no dirigentes eclesiales.

 Afortunadamente, un número cada vez mayor de eruditos en el Nuevo Testamento señalan que la terminología concerniente al «liderazgo» que aparece en el Nuevo Testamento tiene un acento descriptivo que denota ciertas funciones especiales y no cargos formales.

 Lo que sigue a continuación es una lista de las objeciones más comunes a la idea de que el liderazgo de la iglesia no existe en base a un oficio, ni a un título, ni a una jerarquía. Cada objeción es seguida por una respuesta. Objeciones a partir de Hechos y las epístolas de Pablo

  1. ¿No es verdad que Hechos 1: 20; Romanos 11: 13; 12: 4; y 1 Timoteo 3: 1, 10, 12 hablan de que algunos tienen cargos dentro de la iglesia?

La palabra oficio o función en esos pasajes constituye una mala traducción (en inglés). No guarda equivalencia con el griego original. En ningún lugar del Nuevo Testamento Griego encontramos el equivalente a oficio usado en conexión con algún ministerio o cargo, o con un líder de la iglesia. La palabra griega equivalente a oficio solo se utiliza para referirse al Señor Jesucristo en su oficio de sumo sacerdote (Hebreos 5-7). También se utiliza para referirse al sacerdocio levítico (Lucas 1: 8).

 La versión King James (en inglés) traduce mal Romanos 11: 13b por «le hago honor a mi oficio» (en español: «le hago honor a mi ministerio»). Pero el término griego, traducido al inglés por «oficio», significa servicio y no oficio. Así que una mejor traducción de Romanos 11: 13b sería «le hago honor a mi servicio [diakonia]».

 Del mismo modo, Romanos 12: 4b se traduciría mejor por «No todos estos miembros desempeñan la misma función [praxis]». (Así aparece en español). La palabra griega praxis significa algo que se hace, una práctica o una función más que un oficio o un cargo. La NIV y la NASB (ambas versiones en inglés) reflejan una mejor traducción.

Finalmente, 1 Timoteo 3: 1 dice lo siguiente en la versión King James (inglés): «Si algún hombre desea el oficio de un obispo…» («desea ser obispo, a noble función aspira», en español). Una traducción más apropiada lo pondría de este modo: «Si alguien aspira a supervisar…» 1.

  1. Primera de Timoteo, 2 Timoteo y Tito son llamadas las Epístolas Pastorales. Eso significa que Timoteo y Tito eran pastores, ¿no es verdad?

No, no es así. Las cartas a Timoteo y Tito fueron llamadas «Epístolas Pastorales» por primera vez en el siglo dieciocho 2 . Pero ese es un título equivocado.

 Timoteo y Tito no eran pastores locales. Eran colaboradores apostólicos, que mayormente viajaban de un lado a otro. Solo en ocasiones pasaban un largo período en un lugar. (Por ejemplo, Pablo envió a Tito a Creta y a Timoteo a Éfeso para fortalecer a las iglesias allí y solucionar problemas locales).

 Debido a que Timoteo y Tito eran iniciadores de iglesias en forma itinerante, Pablo nunca los llamó pastores ni ancianos. Esos hombres no estaban entre los ministros residentes. Formaban parte del círculo apostólico de Pablo, círculo conocido por sus constantes viajes (Romanos 16: 21; 1 Corintios 16: 10; 2 Corintios 8: 23; 1 Tesalonicenses 1: 1; 2: 6; 3: 2; 2 Timoteo 2: 15; 4: 10).

 Por lo tanto, llamar a esas cartas las «Epístolas Pastorales» refleja una tendencia moderna, y no un procesamiento objetivo de la verdad. de Pablo. En Timoteo y Tito, por ejemplo, la metáfora del cuerpo se halla ausente. Se menciona solo de paso a los «hermanos». Y se hace poco énfasis en el ministerio mutuo.

  1. ¿No prueban las listas de calificaciones que aparecen en las Epístolas Pastorales, a saber 1 Timoteo 3: 1-7 y Tito 1: 7-9, que los ancianos eran oficiales de la iglesia?

Todo lo que se halla escrito en 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito debe ser comprendido desde este punto de vista: Pablo les estaba escribiendo a sus colaboradores apostólicos y no a las iglesias. Eso explica algunas de las diferencias entre esas epístolas y el resto de las cartas De igual modo, no encontramos nada que se asemeje a un naciente catolicismo en esas epístolas. Se menciona el Espíritu de Dios y sus dones. Y se entiende que los líderes deben lograr un reconocimiento por su ejemplo más que por ocupar un cargo.

 Lo que tenemos en esos textos, entonces, son las cualidades esenciales de un verdadero supervisor, y no una lista de calificaciones para acceder a un cargo, que se puedan tildar con un lápiz.

 La sumatoria de esas cualidades indica: carácter y fidelidad espiritual, piedad y responsabilidad. Por lo tanto, las listas de Pablo simplemente les servían a Timoteo y Tito para identificar y confirmar a los sobreveedores en las iglesias con las que ellos trabajaban (1 Timoteo 5: 22; Tito 1: 5).

Además, el sentido de esos textos en el griego tiene que ver más con la función que con un oficio. Pablo mismo nunca considera al sobreveedor como el titular de un cargo, sino que le llama a esta una «noble función» (1 Timoteo 3: 1b). Por otra parte, Pablo emplea un lenguaje funcional cuando recomienda honrar a aquellos ancianos que «dirigen bien» y que «dedican sus esfuerzos» a la enseñanza (1 Timoteo 5: 17).

 Por consiguiente, identificar a los sobreveedores que aparecen en esos textos con los oficios eclesiásticos modernos (como el moderno pastor) sería una pura fantasía. Nosotros tenemos la tendencia a plantar las convenciones de nuestras organizaciones dentro del Nuevo Testamento y luego leerlo con ellas incorporadas. Esto resulta de colocar en el texto un marco cultural que hemos aprendido. Resumiendo, lo que domina en las «Epístolas Pastorales», lo mismo que en las otras cartas de Pablo, es un lenguaje referido a funciones más que a oficios 3.

  1. Primera de Corintios 12: 28 dice: «En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros…». ¿No visualiza ese texto una jerarquización de los cargos eclesiales?

 Otra vez, esta pregunta indica nuestra inclinación a leer las Escrituras con las lentes empañadas por la idea humana de las jerarquías. Es una debilidad, en particular de occidente, el insistir en que toda relación se conciba en términos de una modalidad jerárquica, en la que hay uno encima y otro debajo. Por lo tanto, siempre que vemos una lista ordenada dentro del Nuevo Testamento (como la de 1 Corintios 12: 28), parece que no podemos evitar unir los puntos, conectándola con las jerarquías.

 En tanto que a nosotros, como occidentales del siglo veintiuno, nos gusta pensar en términos de diagramas de flujo organizacional, la Biblia nunca lo hizo. Así que pensar que cada lista ordenada de las Escrituras constituye algún tipo de mando jerárquico encubierto, es una presuposición injustificada. Diciéndolo lisa y llanamente, ver jerarquías en el catálogo que hace Pablo de los dones en 1 Corintios 12: 28 representa un lectura errónea de lo que él dice, y eso es tendenciosamente cultural. La cuestión de las estructuras de autoridad no se trata en ninguna parte de ese texto. Por lo tanto, no podemos hacer una exégesis de las jerarquías a partir de él; simplemente hemos agregado una cosa tras otra.

 Una lectura más natural de ese pasaje entiende que el ordenamiento refleja una prioridad lógica más que jerárquica. En otras palabras, lo que el orden refleja son dones mayores en lo que se refiere a la edificación de la iglesia. Esta interpretación se entreteje hermosamente con el contexto inmediato en el que aparece (1 Corintios 12, 13, 14).

 Para desarrollar eso, Pablo dice que dentro de la esfera de la edificación de la iglesia, el ministerio del apóstol es el más básico. Es así porque los apóstoles dan nacimiento a la iglesia y la sostienen durante su desarrollo prenatal. Los apóstoles aran el suelo y plantan la semilla de la ekklesia.

 Dado que los apóstoles sientan los cimientos de la iglesia, también figuran primero (cronológicamente) en la tarea de edificar la iglesia (Romanos 15: 19-20; 1 Corintios 3: 10; Efesios 2: 20). Resulta significativo que en tanto que se coloca a los apóstoles en primer lugar dentro del proyecto de edificación de la iglesia, se ubican últimos ante los ojos del mundo (Mateo 20: 16; 1 Corintios 4: 9).

 Los profetas aparecen en segundo lugar en la lista de Pablo. Eso indica que siguen inmediatamente después de los apóstoles en cuanto a su valor para la edificación de la iglesia. Mucha confusión (y abusos) rodean la función del profeta hoy. En pocas palabras, los profetas aportan a la iglesia visión espiritual y aliento a través de la palabra profética. Al igual que los apóstoles, los profetas develan el misterio del propósito de Dios para el presente y el futuro (Hechos 15: 32; Efesios 3: 4-5). Ellos también son los que arrancan las malezas de raíz, de modo que la iglesia pueda crecer sin obstáculos.

 Los maestros se mencionan en tercer lugar. Siguen detrás de los profetas en cuanto a su valor para construir la iglesia. Los maestros colocan a la iglesia en un terreno bíblico sólido. Proveen instrucción acerca de los caminos de Dios. También pastorean al pueblo del Señor a través de los tiempos difíciles.

 Para continuar la metáfora, los maestros riegan la semilla y fertilizan la tierra a fin de que la iglesia pueda crecer y dar flores. Si examinamos el ministerio del maestro desde el punto de vista de la cronología, los maestros construyen la superestructura de la iglesia después de que los apóstoles han establecido el primer nivel, la planta baja.

 Esa interpretación de 1 Corintios 12: 28 sigue el sendero del pensamiento de Pablo mucho mejor que la estructura de mandos jerárquica en la que los apóstoles «se hacen valer» más que los profetas, y lo mismo los profetas con respecto los maestros. Eso también coloca en primer plano un principio espiritual importante: la ausencia de autoridad jerárquica no implica dones igualitarios.

Aunque el Nuevo Testamento afirma que todos han sido dotados y que todos tienen un ministerio, del mismo modo demuestra que Dios concede sus dones de una manera diversa (1 Corintios 12: 4-6). Todo don es valioso para el cuerpo de Cristo. Pero algunos dones son mayores que otros, considerados dentro de sus respectivas esferas (Mateo 25: 14ss; 1 Corintios 12: 22-24, 31; 14: 5).

 Eso no significa que aquellos que tienen dones mayores tengan mayor autoridad (o valor intrínseco) en un sentido formal. Pero Dios nos ha llamado a cada uno de nosotros a realizar una tarea diferente. Y algunos tienen dones mayores para realizar distintas tareas (Mateo 25: 14ss.; Romanos 12: 6; Efesios 4: 7).

 Dentro de la esfera de sus dones, cada miembro resulta indispensable para la edificación general de la iglesia, aun aquellos miembros cuyos dones no sean externamente dignos de admiración (1 Corintios 12: 22-25). Por lo tanto, cada cristiano es responsable de usar y hacer crecer sus dones dentro de la casa del Señor. Y a todos se nos advierte que no los guardemos envolviéndolos en la servilleta del temor (Mateo 25: 25).

 En resumen, a la idea de que 1 Corintios 12: 28 denota algún tipo de jerarquía eclesial le falta fuerza argumentativa. El texto tiene en mente dones más grandes dentro del subtexto del orden cronológico de la edificación de la iglesia (algunos plantan, luego otros riegan, según 1 Corintios 3: 6). No indica el orden piramidal de una jerarquía eclesiástica, ni una escalera de autoridad que los cristianos deban ir subiendo.

  1. ¿No dice Hechos 20: 28; 1 Tesalonicenses 5: 12; 1 Timoteo 5: 17; y Hebreos 13: 7, 17 y 24 que los ancianos «gobiernan sobre» la iglesia?

Las palabras «gobiernan» y «sobre» en estos textos (así aparece en inglés, no en español) no encajan bien con el resto del Nuevo Testamento. Y no hay una analogía entre ellas y el texto griego. Hay un caso más en el que ciertas traducciones han confundido al lector moderno al utilizar una terminología religiosa culturalmente condicionada. La palabra «gobiernan» en Hebreos 13: 7, 17, 24 se ha traducido a partir del término griego hegeomai, que simplemente significa guiar o ir delante. En su traducción de Hebreos, F. F. Bruce, erudito en Nuevo Testamento, traduce hegeomai como «guían» 4 . Esta palabra lleva en sí el pensamiento de «aquellos que los guían» más que de «aquellos que gobiernan sobre ustedes».

 De un modo semejante, en 1 Tesalonicenses 5: 12, la palabra «sobre» ha sido traducida del griego proistemi, que lleva la idea de pararse delante, supervisar, guardar y proporcionar cuidados. Robert Banks y F. F. Bruce explican que ese término no cuenta con la fuerza técnica de una designación oficial, porque está usado en forma de participio más que en forma de sustantivo. Además está ubicado como segundo participio, en medio de otros dos participios que no transmiten la idea de oficios 5. Bruce traduce 1 Tesalonicenses 5: 12-13 de la siguiente manera: «Ahora les pedimos hermanos que reconozcan a aquellos que trabajan arduamente entre ustedes y que cuidan de ustedes y los instruyen en el Señor, y que los tengan en mucha estima y amor a causa de su trabajo» 6.

 La misma palabra (proistemi) aparecen en 1 Timoteo 5: 17. Allí también se la ha traducido incorrectamente como «gobiernen» en las versiones King James y NASB (en inglés). Además de eso, en Hechos 20: 28, el texto griego dice que los ancianos estén «en» (entre) el rebaño más que «sobre» él (como lo dice la versión KJ).

 De modo semejante, la afirmación de Pablo acerca de que los sobreveedores deben «gobernar [ proistemi] bien sus casas», en 1 Timoteo 3: 4-5, no apunta hacia su habilidad de ejercer bien el poder. Más bien apunta a su capacidad de supervisar, dirigir y cuidar, y de educar a otros. De paso, dirigir la casa no hacía referencia a dirigir a la familia nuclear. Incluía mucho más que eso. También incluía dirigir a los parientes casados y solteros y a los sirvientes.

 En estos pasajes, el pensamiento básico tiene que ver con vigilar más que con ser el jefe. Con supervisar más que con dominar. Con ayudar más que con imponerse. Con guiar más que con gobernar. El texto griego transmite la imagen de uno que se para en medio del rebaño, guardándolo y cuidándolo (como lo haría un siervo-conductor). Tiene reminiscencias de un pastor que cuida sus ovejas, y no de uno que las impulsa desde atrás o gobierna sobre ellas.

 De nuevo digo, la fuerza de la enseñanza apostólica demuestra coherentemente que la idea de Dios con respecto al liderazgo de la iglesia se contrapone con esos roles de liderazgo convencionales que se fundamentan en un gobierno con demasiados cargos altos.

  1. ¿No enseña Romanos 12: 8 (versión King James, en inglés ) que Dios les da dones a algunos creyentes para que gobiernen en la iglesia?

Allí Pablo dice: «El que gobierna, [debería hacerlo] con diligencia». La versión King James utiliza la palabra «gobierna» en este texto. Pero la palabra griega que aparece aquí es proistemi. Nuevamente digo, esta palabra tiene en mente a alguien que supervisa y presta ayuda a otros. No se refiere a alguien que los gobierna o controla. Así que el texto quedaría mejor traducido de esta manera: «Aquel que guarda y proporciona cuidados debería hacerlo con diligencia». El pensamiento de Pablo aquí claramente demuestra referirse a una supervisión sería más que a un gobierno dictatorial.

  1. ¿No nos enseñan Hechos 14: 23 y Tito 1: 5 que los ancianos son ordenados, lo que implica que son funcionarios de la iglesia?

La mención de un reconocimiento apostólico (aval) resulta por lo menos tan amigable para la mentalidad funcional como la interpretación de que se trate de cargos. En Tito 1: 5, la palabra griega traducida por «ordenar» es kathistemi. Un sentido de esta palabra es «declarar, mostrar cómo ser».

 En Hechos 14:23, la palabra es cheirotoneo. Significa «estirar la mano» o «elegir». Ambas expresiones pueden entenderse con el significado de reconocer a aquellos a los que otros ya han avalado.

 En segundo lugar, no existe ni una sola evidencia textual que apoye la idea de que el reconocimiento bíblico otorgue o confiera autoridad. Pablo nunca invistió a algunos con autoridad sobre los restantes miembros de la comunidad. El Espíritu Santo convierte en supervisores a algunos, pero no en señores (Hechos 20: 28).

 Los ancianos existen en la iglesia antes de ser reconocidos externamente. El aval apostólico meramente hace público aquello que el Espíritu ya ha llevado a cabo. La imposición de manos es una muestra de comunión, unidad y confirmación. No tiene que ver con una gracia especial, ni con una autoridad que se transfiere. Constituye un grave error, por lo tanto, confundir el reconocimiento bíblico con una ordenación eclesiástica. La imposición de manos no califica a algunos especialistas para que realicen lo que otros mortales de más bajo estrato no pueden hacer 7.

 En lugar de eso, el reconocimiento bíblico implica tan solo la confirmación externa de aquellos a los que el Espíritu ya les ha encargado una tarea específica. Sirve como un testimonio visible que avala públicamente a aquellos que «muestran las pruebas».

 En muchas iglesias hogar contemporáneas, el reconocimiento público constituye un caballo de Troya de gran magnitud. Algunos hombres simplemente no saben manejar ese reconocimiento. Les infla el ego. El título los lleva a un abuso de poder. Y lo que es peor, transforma a algunas personas en fanáticos del control.

 Debemos recordar que durante el primer siglo fueron los obreros itinerantes los que reconocieron públicamente a los supervisores (Hechos 14: 23; Tito 1: 5). Por lo tanto, hoy recae sobre los obreros de fuera de la localidad (con el aporte de la iglesia) el discernir el momento y el método a través del que los sobreveedores deben ser reconocidos 8. El reconocimiento de los sobreveedores o supervisores (cuando estos surgen) no debe ser impuesto a presión a través de un molde rígido. Algunos iniciadores de iglesias reconocen directamente a los supervisores. Otros lo hacen de una manera tácita.

 La conclusión es que cuando equiparamos el reconocimiento de los ancianos a ceremonias especiales, licencias, títulos de seminario y cosas así, estamos hablando de algo de lo que la Biblia no habla.

 Haremos bien en tener en cuenta que en el Nuevo Testamento el principio de reconocimiento de los ancianos existe. Pero el método es abierto. Y siempre ha tenido el sentido de reconocer una función dinámica más que de instalar a alguien en un cargo estático.

 Además, nos colocamos en un terreno escritural sólido cuando los ancianos son reconocidos por obreros de fuera de la localidad que conocen bien a la iglesia. Eso salvaguarda a la iglesia de ser controlada y manipulada por un liderazgo local auto-designado.

  1. ¿No utiliza Pablo la palabra «apóstol» como título oficial al referirse a sí mismo?

Contrariamente al pensamiento general, la mayor parte de la correspondencia de Pablo contiene un subtexto que afirma que él no es un apóstol oficial. Es cierto que en los saludos de sus cartas Pablo regularmente da a conocer su función especial (por ejemplo, «Pablo, apóstol de Jesucristo»). Pero ni siquiera una vez se identifica como «el apóstol Pablo».

 Esta constituye una distinción significativa. La primera es una descripción de sus funciones especiales, basada en una comisión divina. La última constituye un título oficial. Como lo señalé anteriormente, en ningún lugar del Nuevo Testamento encontramos que un ministerio o función del cuerpo sea utilizado como título colocándolo delante de los nombres de los siervos de Dios. Los cristianos que se «regodean en los títulos» necesitan reflexionar seriamente en el asunto.

  1. ¿Efesios 4: 11 no tiene en mente un clero? Dice: «Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros».

Para nada. Efesios 4 tiene en su perspectiva aquellos dones que capacitan a la iglesia para su diversidad de servicios (vv. 12-16). Los dones enumerados en este texto, en realidad, tienen que ver con personas dotadas de dones que le confieren poder a la iglesia (vv. 8, 11). No son los dones que el Espíritu Santo distribuye a cada individuo según él quiere (1 Corintios 12: 11).

 Dicho de otra forma, Efesios 4 no trata acerca de los dones que les son dados a los hombres y mujeres. Analiza a los hombres y mujeres dotados que le han sido dados a la iglesia. Los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores/ maestros son personas que el Señor, al ascender, le ha concedido a la iglesia para su formación, coordinación y edificación. (Para más detalles, véase mi artículo «Rethinking the Fivefold Ministry» [Repensando el ministerio quíntuple] en www.ptmin.org/ fivefold.htm).

 Su tarea principal es nutrir y cuidar a la comunidad de los creyentes para que asuman sus roles responsablemente. Su éxito radica en la habilidad que tengan para conferir poder y movilizar al pueblo de Dios a fin de llevar a cabo la obra del ministerio. De esa manera, los dones de Efesios 4 equipan al cuerpo para que cumpla con el propósito eterno de Dios.

 Esta sucesión de dones no son oficios. Ni representan cargos formales. En el griego no encontramos un artículo definido en conexión con estos términos. Se trata simplemente de hermanos que han recibido dones peculiares, que los «capacitan» para cultivar y desarrollar a sus otros hermanos.

 Resumiendo, Efesios 4: 11 no tiene la perspectiva de un clero sostenido, un ministerio profesional o una particular habilidad clerical. Tampoco se trata de una clase especial de cristianos. Al igual que el catálogo de dones que presenta Pablo en 1 Corintios 12: 28, Efesios 4 tiene en la mira funciones especiales más que cargos formales.

  1. ¿La mención que hace 1 Corintios 12: 28 de las expresiones «los que gobiernan» o «los que administran» no muestra que la iglesia primitiva contaba con oficios eclesiales?

La palabra griega traducida por «gobernar» en la versión King James y «administrar» en la NIV (versión inglesa) es kubernesis. Según Gordon Fee, erudito en Nuevo Testamento:

 El sustantivo aparece tres veces en la LXX [la versión Septuaginta, o sea el Antiguo Testamento en griego], y en ellas se transmite la idea verbal de proveerle «guía» a alguien. Dado que la palabra «administrar» en el inglés contemporáneo saca de la nada la idea de «habilidades administrativas », que no tiene nada que ver con lo que Pablo tenía en mente, la mejor traducción aquí sería «actos de conducción», aunque es probable que se refiera a dar un consejo sabio a la comunidad como un todo, y no simplemente a algunos otros individuos 9.

 Bajo esa luz, investir a esta palabra de una forma oficial de política eclesiástica no se justifica y es indefendible. El único «gobierno» que conoce la ekklesia es el gobierno eterno de Jesucristo (Isaías 9: 6). En tanto que los sobreveedores proveen supervisión y guía a la iglesia local, no la «gobiernan» ni «ejercen dominio» sobre ella. Por lo tanto, los términos «gobernar» y «administrar» resultan traducciones pobres.

  1. ¿No dice la Biblia que Timoteo fue «ordenado como el primer obispo de la iglesia de Éfeso»? ¿Y no dice también que Tito fue «ordenado como primer obispo de la iglesia de los cretenses»?

Algunas ediciones de la versión King James tienen esas notas anexas al final de las así llamadas Epístolas Pastorales. Pero no aparecen en el texto griego. Los traductores de la versión KJ las insertaron en el siglo diecisiete.

 Como ya lo hemos dicho, tanto Timoteo como Tito no eran obispos. Ni tampoco pastores. Eran los colaboradores apostólicos de Pablo; iniciadores de iglesias, si lo prefieren (Romanos 16: 21; 1 Corintios 16: 10; 2 Corintios 8: 23; 1 Tesalonicenses 1: 1; 2: 6; 3: 2; 2 Timoteo 2: 15; 4: 10).

 Resulta significativo que el episcopado monárquico (sistema de obispos) no se haya arraigado hasta mucho después de que el Nuevo Testamento se completó. Por lo tanto, las evidencias históricas de que Timoteo y Tito fueron los «primeros obispos» es apenas una idea insuficiente, lo mismo que la que considera a Pedro como el «primer obispo» de Roma. Todas esas suposiciones entran en conflicto con la narrativa del Nuevo Testamento, así como también con la historia de la iglesia. Son inventos humanos que no cuentan con fundamento bíblico.

  1. Hechos 15: 22 menciona a «hombres principales entre los hermanos» (versión King James). ¿No implica esto la existencia de una autoridad jerárquica en la iglesia primitiva?

La versión King James traduce este texto utilizando los términos «hombres principales», que guardan un sentido jerárquico. Sin embargo, la palabra griega para «principales» o «jefes» es hegeomai. Y simplemente significa «conductor» o «guía». (Véanse las versiones NASB y NIV en inglés).

 Este texto subraya el hecho de que Judas (no el Iscariote) y Silas estaban entre los hermanos respetados de la iglesia de Jerusalén. Eran hombres responsables, probablemente tanto ancianos como profetas (Hechos 15: 32). Por esa razón, la iglesia de Jerusalén los eligió como mensajeros temporales enviados a Antioquía (comparar con Proverbios 10: 26; 25: 19). Por lo tanto, intentar extraer jerarquías de este versículo no tiene justificación.

  1. ¿La metáfora que hace Pablo del cuerpo de Cristo no demuestra que la autoridad funciona de una manera jerárquica?

O sea, cuando la Cabeza le da una indicación a la mano, primero se lo debe indicar al brazo. Así que la mano debe someterse al brazo para poder obedecer a la Cabeza. Cualquiera que sea versado en la anatomía humana sabrá que la descripción anterior refleja una comprensión imperfecta acerca de cómo funciona el cuerpo físico.

 La mente envía señales directas a aquellas partes del cuerpo que busca controlar a través del sistema nervioso periférico. Por consiguiente, la cabeza controla todas las partes del cuerpo de inmediato y directamente a través de los nervios. No pasa sus impulsos a través de una estructura de cadena de mandos apelando a otras partes del cuerpo.

 Por lo tanto, la cabeza no le manda al brazo que le diga a la mano lo que tiene que hacer. En lugar de ello, la cabeza está conectada con todo el cuerpo a través del sistema nervioso. Por esa razón, una aplicación apropiada de la metáfora del cuerpo preservaría la verdad pura de que hay solo una fuente de autoridad en la iglesia: Jesucristo. Y todos los miembros están conectados por su vida y colocados directamente bajo su control.

 En este sentido, la Biblia muestra una claridad cristalina en sus enseñanzas acerca de que Jesucristo es el único mediador entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2: 5). Mientras que la antigua economía contaba con mediadores humanos, el nuevo pacto no sabe de tales cosas. Como participantes del nuevo pacto, no necesitamos que un mediador nos diga que conozcamos al Señor. Todos los que estamos bajo este pacto podemos conocerlo directamente, «desde el más pequeño hasta el más grande» (Hebreos 8: 6-11). La sujeción mutua, y no una sumisión de orden jerárquico, es lo que engendra una coordinación adecuada del cuerpo de Cristo.

  1. Todo cuerpo físico cuenta con una cabeza. Por lo tanto, cada cuerpo de creyentes de una localidad necesita una cabeza. Si no la tiene, las cosas resultarán caóticas. Los pastores son la cabeza de las iglesias locales. Son pequeñas cabezas bajo el comando de Cristo.

Esta idea ha nacido de la imaginación de los seres humanos caídos. No hay una pizca de apoyo bíblico para tal idea. La Biblia nunca se refiere a un ser humano como la «cabeza» de una iglesia. Ese título le pertenece con exclusividad a Jesucristo. Él es la única cabeza de cada asamblea local. La iglesia no tiene cabeza por sí misma. Por lo tanto, aquellos que declaran ser la cabeza de las iglesias suplantan la conducción ejecutiva de Cristo.

15 ¿No nos enseñan Juan 5: 30; Juan 14: 28, 31; y 1 Corintios 11: 3 que existe una relación jerárquica dentro de la misma Trinidad?

No, no es así. Esos pasajes no tienen en la mira la relación eterna del Hijo con su Padre dentro de la Divinidad. En lugar de eso, se refieren a su relación temporal como ser humano que voluntariamente se sometió a la voluntad de su Padre. En la Divinidad, el Padre y el Hijo experimentan una sumisión mutua y común a través del Espíritu.

 Kevin Giles señala apropiadamente: «Nada indica en las Escrituras que el Padre, el Hijo y el Espíritu participen de un orden jerárquico eterno en cuanto a su ser, función u obra, o autoridad» 10.

 Por tal razón, la ortodoxia histórica rechaza la subordinación eterna del Hijo de Dios. En lugar de ello acepta la subordinación temporal del Hijo en su encarnación 11. La subordinación de Cristo al Padre fue temporal, voluntaria y limitada al tiempo de su encarnación (Filipenses 2: 4-11). Gilbert Belzikian explica:

 Resulta imposible dentro de los confines de la ortodoxia derivar de la estructura ontológica de la Trinidad un modelo de un orden por jerarquías para los seres humanos, dado que las tres personas son iguales en esencia. Más aún, debido a que la sujeción funcional de Cristo no es una condición eterna sino una fase temporaria de su ministerio, obligada por su tarea, se la presenta en las Escrituras como modelo de servicio y sumisión mutua entre todos los creyentes (Filipenses 2: 5-11) 12 .

 Kevin Giles agrega: «La ortodoxia histórica nunca ha aceptado un ordenamiento jerárquico dentro de la Trinidad» 13. Parafraseando el Credo de Atanasio, el Hijo solo es inferior al Padre en relación con su humanidad; él es igual al Padre en lo que concierne a la Divinidad 14. Las Escrituras confirman esto en muchos lugares. Un ejemplo es cuando el escritor de Hebreos dice que Jesús «aprendió la obediencia», no como Hijo Eterno, sino en su estado de encarnación (Hebreos 5: 8).

 Por lo tanto, el Nuevo Testamento nunca apoya una estructura jerárquica ni una relación de cadena de mandos dentro de la Divinidad. La Trinidad es una comunión de personas co-iguales (Mateo 28: 18; Juan 5: 18; 10: 30; 14: 9; Filipenses 2: 6). Y la comunión de la Divinidad es igualitaria y no jerárquica.

 De nuevo Kevin Giles puntualiza este punto al decir: «Cuando una doctrina de la iglesia se construye sobre el pensamiento trinitario, no hay espacio para un ordenamiento jerárquico» 15. Miroslav Volf perspicazmente agrega: «Una noción jerárquica de la Trinidad acaba contribuyendo a una práctica autoritaria dentro de la iglesia» 16.

Objeciones tomadas de otros documentos del Nuevo Testamento

  1. ¿Hebreos 13: 17 no nos ordena obedecer y someternos a nuestros líderes, implicando con eso que los líderes de la iglesia tienen una autoridad oficial?

De nuevo, echarle una mirada al texto griego nos resultará útil aquí. La palabra traducida por «obedecer» en Hebreos 13: 17 no es la palabra griega que corrientemente se usa (hupakouo) en el Nuevo Testamento para expresar obediencia. En lugar de esta, aparece la palabra peitho. Peitho significa persuadir o convencer. Dado que esta palabra aparece en la forma medio pasiva en Hebreos 13: 17, el texto debería haberse traducido como «Déjense persuadir por sus líderes».

 Este texto parece ser una exhortación a que se le dé peso a la instrucción de los supervisores locales (y posiblemente a los obreros apostólicos). No se trata de una exhortación a obedecerlos de una manera mecánica. Implica un poder de persuasión para convencer más que usar la coerción, la fuerza o la intimidación a fin de lograr la sumisión. Según las palabras de W. E. Vine, erudito en griego: «La obediencia sugerida [en Hebreos 13: 17] no se da a través de someterse a la autoridad, sino que se produce como resultado de la persuasión» 17.

 Del mismo modo, el verbo traducido como «someter» en este pasaje es la palabra hupeiko. Transmite la idea de ceder, replegarse, o retirarse, como cuando alguien se rinde después de una batalla. Aquellos que se ocupan de la supervisión espiritual no demandan sumisión. Por virtud de su sabiduría y madurez espiritual, se concuerda con ellos, con respeto. A los cristianos se les anima a mostrarse singularmente predispuestos hacia lo que ellos digan. No debido a un cargo externo que estos ocupen, sino debido a su carácter piadoso, a su estatura espiritual y al servicio sacrificado que prestan al pueblo de Dios.

Según las palabras de Hebreos 13: 7, a nosotros se nos dice: «Imiten su fe» y «consideren cuál fue el resultado de su estilo de vida ». Al hacerlo, logramos que la tarea de la supervisión espiritual a la que Dios los ha llamado les resulte mucho más fácil de desarrollar (v. 17).

  1. La Biblia enseña que aquellos que velan por las almas de la iglesia tendrán que dar cuentas a Dios. ¿No significa eso que esas personas tienen autoridad sobre otros?

Hebreos 13: 17 dice que aquellos que proporcionan supervisión son responsables ante Dios por su tarea. Pero no hay nada en el texto que justifique el hecho de que tengan una autoridad especial sobre otros cristianos.

 Ser responsables ante Dios no es equivalente a tener autoridad. Todos los creyentes son responsables ante Dios (Mateo 12: 36; 18: 23; Lucas 16: 2; Romanos 3: 19; 14: 12; Hebreos 4: 13; 13: 17; 1 Pedro 4: 5). Pero eso no significa que tengan autoridad sobre otros. (Por cierto, el desear ejercer domino sobre otros es algo carnal. No se trata del resultado de la gracia de Dios, sino de la naturaleza caída).

  1. ¿Jesús no refrendó la autoridad oficial cuando les ordenó a sus discípulos que obedecieran a los escribas y fariseos porque ellos se sentaban en la «cátedra de Moisés»?

Para nada. Lo que Jesús expresó con respecto a los escribas y fariseos fue una reprensión por su práctica de asumir una autoridad para instruir cuando no la tenían. Mateo 23: 2 dice: «En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos» (RVR 1960).

 Nuestro Señor simplemente expuso el hecho de que los escribas y fariseos eran maestros auto-designados. Y ellos usurpaban esa autoridad sobre el pueblo (Mateo 23: 5-7; Lucas 20: 46). Su afirmación tenía que ver con lo que observaba, y no constituía un aval.

 El Señor dejó inconfundiblemente en claro que a pesar de lo que pretendían ser ante los hombres, los escribas y fariseos no tenían ninguna autoridad (Mateo 23: 11-33). Ellos enseñaban la Ley de Moisés, pero no la obedecían (23: 3b, 23).

 Bajo esta luz, el versículo que sigue, que dice: «Así que ustedes deben obedecerlos y hacer todo lo que les digan» (v. 3a) no debe ser entendido como un aval absoluto a la autoridad farisaica. Esa interpretación contradice por entero al versículo siguiente (v. 4). También contradice aquellos pasajes en los que encontramos a Jesús quebrantando resueltamente la enseñanza farisaica, y mandándoles a sus discípulos hacer lo mismo (Mateo 5: 33-37; 12: 1-4; 15: 1-20; 16: 6-12; 19: 3-9 y otros).

 En cambio, esta frase debe ser interpretada por la referencia que hace el Señor a la cátedra de Moisés. La cátedra de Moisés es una referencia literal a un asiento especial puesto aparte en cada sinagoga desde el cual se leían las Escrituras del Antiguo Testamento 18.

 Cada vez que los escribas y fariseos se sentaban en la «cátedra de Moisés», leían directamente las Escrituras. Debido a que las Escrituras tienen autoridad, lo que ellos leían desde ese asiento se debía cumplir (a pesar de la hipocresía de los lectores). Esa constituye la esencia de la afirmación de Jesús. La lección es que aun si un maestro hipócrita y peculiar lee la Biblia, lo que él diga tomado de la Biblia tiene autoridad.

 Por lo tanto, considerar un aval hacia la autoridad oficial en labios del Salvador en Mateo 23: 2-3 constituye un ejemplo de la desviación que hizo el papado romano de Jesús. Como tal, fracasó en cuanto a marchar al ritmo del contexto histórico de este pasaje, y no refleja para nada a los evangelios.

  1. ¿No apoya el Nuevo Testamento en griego la idea de que la iglesia incluye un clero y un laicado?

La dicotomía entre clero y laicado constituye una terrible falla geológica que corre a través de la historia de la cristiandad. Sin embargo, a pesar de que son multitudes las que han tomado el camino inescrupuloso del dogmatismo para defenderla, esta dicotomía no tiene justificativos bíblicos.

 La palabra «laicado» se deriva del término griego laos. Este simplemente significa «el pueblo». Laos se refiere a todos los cristianos, incluyendo a los ancianos. Esta palabra aparece tres veces en 1 Pedro 2: 9-10, donde Pedro se refiere al «pueblo [laos] de Dios». Nunca en el Nuevo Testamento se refiere solo a una porción de la asamblea. No tomó ese significado hasta el siglo tercero.

 El término «clero» tiene sus raíces en la palabra griega kleros. Significa «un terreno o una herencia». Esta palabra se usa en 1 Pedro 5: 3, y allí Pedro instruye a los ancianos a conducirse «no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado» (RVR 1960). La versión King James (en inglés) señala que no deben ser «señores sobre la herencia [kleros] de Dios». Resulta significativo que la palabra nunca se use para referirse a los líderes de la iglesia. Al igual que laos, se refiere al pueblo de Dios, porque ellos son su herencia.

Según el Nuevo Testamento, entonces, todos los cristianos son el «clero» (kleros) y también todos son el «laicado» (laos). Nosotros somos la herencia del Señor y el pueblo del Señor. Para formularlo de otra manera: el Nuevo Testamento no dispone de un clero. Hace de todos los creyentes el clero.

 Por lo tanto, la dicotomía clero/ laicado es un concepto que aparece con posterioridad a la Biblia y carece de toda justificación bíblica. También constituye una amenaza para lo que la iglesia debe ser según el llamado de Dios: un cuerpo en funcionamiento. No aparece insinuación alguna de un esquema de clero/ laicado o de ministro/ laicos en la historia, enseñanza o vocabulario del Nuevo Testamento. Ese esquema es un aparato religioso que proviene de una disyuntiva post-apostólica entre lo secular y lo espiritual 19.

 En esta dicotomía entre lo secular y lo espiritual, la fe, la oración y el ministerio se consideran como propiedad exclusiva de un mundo interior y sacrosanto. Un mundo que está separado de toda la estructura de la vida. Pero esa disyuntiva es completamente exógena al carácter distintivo del Nuevo Testamento, en el que todas las cosas han sido hechas para darle la gloria a Dios, hasta las más triviales de la vida cotidiana (1 Corintios 10: 31).

  1. ¿Los siete ángeles de las siete iglesias del libro de Apocalipsis no representan la presencia de un único pastor en cada iglesia local?

Los primeros tres capítulos de Apocalipsis constituyen una base endeble como para construir la doctrina del «pastor único». En primer lugar, la referencia a los ángeles de esas iglesias es críptica, enigmática. Juan no nos proporciona claves con respecto a sus identidades. Los eruditos no están seguros acerca de lo que simbolizan. (Algunos creen que literalmente se está hablando de los ángeles. Otros piensan que son mensajeros humanos).

 En segundo lugar, no existe una idea análoga a la de un «solo pastor» en ningún lugar del Nuevo Testamento. Ni tampoco hay ningún texto que compare a los pastores con ángeles.

 En tercer lugar, la idea de que los siete ángeles se refieran a los «pastores» de las siete iglesias entra en conflicto directo con otros textos del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Hechos 20: 17 y 20: 28 nos dicen que la iglesia de Éfeso tenía una multiplicidad de pastores, y no uno. Eso también es así en lo que se refiere a todas las iglesias del primer siglo que tuvieran ancianos. Siempre era una pluralidad (Véase el capítulo 9).

 Por lo tanto, apoyar la doctrina de un «solo pastor» en un oscuro pasaje de Apocalipsis constituye una exégesis descuidada y desprolija. El hecho es que no hay apoyo para la existencia del pastor moderno ni en el Apocalipsis ni en cualquier otro documento del Nuevo Testamento.

Objeciones tomadas del Antiguo Testamento

  1. En Exodo 18, Moisés establece una jerarquía de gobernantes bajo él mismo para que lo ayuden a conducir al pueblo de Dios. ¿No constituye este un patrón bíblico del liderazgo jerárquico?

Si leemos ese relato cuidadosamente, descubriremos que fue el suegro pagano de Moisés, Jetro, el que concibió esa idea (Éxodo 18: 14-27). No hay evidencias bíblicas que sugieran que Dios lo avaló. De hecho, Jetro mismo admitió que él no estaba seguro de si Dios lo apoyaría (Éxodo 18: 23).

 Más adelante, durante el peregrinaje de Israel, el Señor condujo a Moisés a seguir un curso de acción diferente en cuanto al problema de la supervisión. Dios le mandó que comisionara ancianos que lo ayudaran a llevar la carga de la responsabilidad. En consecuencia, Moisés seleccionó a aquellos hombres que ya estaban funcionando como ancianos (Números 11: 16).

 Esa estrategia fue orgánica y funcional. De esta manera, resultó marcadamente diferente a la noción de Jetro, que tenía que ver con una jerarquía de gobernantes que contaba con múltiples estratos.

  1. ¿Las figuras de Moisés, Josué, David, Salomón y otras del Antiguo Testamento no muestran que la perfecta voluntad de Dios es tener un único líder sobre su pueblo?

No, no es así. Como se dijo anteriormente, Moisés y todos los líderes únicos del Antiguo Testamento fueron sombra y figura del Señor Jesucristo. No constituían una tipología del pastorado único de los tiempos modernos, inventado durante la Reforma.

 En contraste con eso, la voluntad de Dios era imponer la teocracia en Israel. (Una teocracia es el tipo de gobierno en el que Dios es el único Rey). Lamentablemente, la gente clamó por un rey humano, y el Señor les concedió su deseo carnal de ser como las otras naciones. Pero esa nunca fue su perfecta voluntad (1 Samuel 8: 5-9).

 Reconocemos que el Señor aun así obró en su pueblo bajo un reinado humano. Pero ellos sufrieron graves consecuencias como resultado. De igual manera, Dios todavía obra hoy a través de sistemas creados por los hombres. Sin embargo, estos siempre limitan su completa bendición. Desafortunadamente, muchos cristianos aún suponen que necesitan un líder visible que los gobierne.

En resumen, la perfecta voluntad del Señor era que su pueblo viviera y sirviera bajo su reinado directo (Éxodo 15: 18; Números 23: 21; Deuteronomio 33: 5; 1 Samuel 8: 7). Israel fue llamado a ser un «reino de sacerdotes» (Éxodo 19: 6). Y debía consultar a los hombres más viejos y sabios (los ancianos) en épocas de crisis (Deuteronomio 22: 15-18; 25: 7-9).

 Pero lo que Israel perdió por su desobediencia, la iglesia lo ganó (1 Pedro 2: 5, 9; Apocalipsis 1: 6). Lamentablemente, sin embargo, muchos cristianos han optado por volver al sistema de gobierno del viejo pacto, aun cuando Dios lo había desmantelado mucho tiempo atrás.

 Deberíamos notar que solo por causa del Espíritu que mora en nuestro interior, la idea de Dios en cuanto al liderazgo y la autoridad se puede llevar a cabo hoy. Dado que la habitación del Espíritu no se experimentó durante los días del Antiguo Testamento, Dios debió condescender con las limitaciones de su pueblo.

 Cuando llegamos a la era del Nuevo Testamento, descubrimos que la habitación de Cristo es la porción de todos los hijos de Dios. Y es esa porción la que hace que la iglesia se eleve al nivel sobrenatural del «sacerdocio de todos los creyentes». Un nivel en el que los estilos de liderazgo oficial, jerárquico y basado en un título se han vuelto obsoletos y son contraproducentes.

  1. En el Salmo 105: 15, el Señor dice: «No toquen a mis ungidos; no hagan daño a mis profetas». ¿No nos enseña ese versículo que algunos cristianos (por ejemplo, los pastores) tienen una autoridad incuestionable?

Bajo el antiguo pacto, Dios ungió especialmente a algunos profetas para que fueran sus oráculos sobre la tierra. Por lo tanto, hablar en contra de ellos era hablar en contra del Señor. Pero bajo el nuevo pacto, el Espíritu ha sido derramado sobre todo el pueblo de Dios. Todos los que han recibido a Cristo (el Ungido) han sido ungidos por el Espíritu Santo (1 Juan 2: 27); por lo tanto, todos pueden profetizar (Hechos 2: 17-18; 1 Corintios 14: 24, 31).

 De esta manera, la oración de Moisés pidiendo que todo el pueblo de Dios recibiera el Espíritu y profetizara ha sido cumplida a partir de Pentecostés (Números 11: 29; Hechos 2: 16-18). Lamentablemente, se ha abusado del Salmo 105: 15 y los líderes eclesiásticos y los «profetas» autoproclamados lo han aplicado mal para controlar al pueblo de Dios y desviar las críticas.

 Pero esta es la verdad. Bajo el nuevo pacto, «no toquen a mis ungidos» es equivalente a «sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo» (Efesios 5: 21). Porque la unción del Espíritu ha venido sobre todos los que han creído en el Mesías.

 Por lo tanto, «no toquen a los ungidos de Dios» se aplica a cada uno de los cristianos hoy. Negar eso es negar que todos los cristianos tienen la unción (1 Juan 2: 20, 27).

El problema de los errores de traducción

Ante los puntos precedentes, algunos se pueden preguntar por qué es que la versión King James (en inglés) oscurece tantos textos que tienen que ver con el ministerio y la supervisión. ¿Por qué es que la versión King James repetidamente inserta términos jerárquicos o institucionales (como «oficio») que están ausentes en los documentos originales?

 La respuesta surge del hecho de que la iglesia anglicana del siglo diecisiete fue la que publicó la versión King James. Esa iglesia propugnó firmemente la unión entre la iglesia y el estado, y mostró una mentalidad de fusión entre el oficialismo y el cristianismo.

 El rey James VI de Escocia ordenó la traducción que lleva su nombre (la versión King James). Al hacerlo, el rey actuó en su calidad de cabeza de la iglesia anglicana, la iglesia oficial de Inglaterra. Entonces les instruyó a los cincuenta y cuatro eruditos que fueron los autores de la traducción que no se apartaran de una «terminología tradicional» a través de todo el proyecto 20.

 Por esa razón, la versión KJ naturalmente refleja los presupuestos institucionales y jerárquicos del anglicanismo. Palabras como ekklesia, episkopos y diakonos no fueron traducidas adecuadamente del griego. En lugar de ello, se las tradujo a la jerga eclesiástica anglicana de esos días: Ekklesia fue traducida por «iglesia»; episkopos, por «obispo»; diakonos, por «ministro»; praxis por «oficio»; proistemi, por «gobierno», y así otras. La versión original de King James de 1611 pasó por cuatro revisiones hasta 1769. Sin embargo, esos errores nunca se corrigieron.

 Gracias a Dios, algunas traducciones modernas han procurado rectificar ese problema. Han despojado del anglicanismo a muchos de los términos eclesiales que se encuentran en la versión KJ. También han traducido apropiadamente las palabras griegas de las que se derivan. Por ejemplo, ekklesia ha sido traducida como «asamblea», episkopos, como «sobreveedor» o «supervisor»; diakonos, como «siervo»; praxis, como «función»; y proistemi, como «guardián».

El lío en el que nos encontramos hoy

La razón principal por la que nuestras ideas sobre el liderazgo de la iglesia se han alejado tanto de la voluntad de Dios puede rastrearse hasta nuestra tendencia a proyectar las nociones políticas occidentales de gobierno sobre los escritores bíblicos, incluyéndolas entonces en la lectura del texto. Cuando leemos palabras como «pastor»,«sobreveedor» o «anciano», inmediatamente pensamos en términos de oficios de gobierno como «presidente»,«senador» o «director».

Así que consideramos a los ancianos, pastores y sobreveedores como construcciones sociológicas (oficios). Los visualizamos como espacios vacantes que poseen una realidad independiente de las personas que los ocupan. Entonces les atribuimos una incuestionable autoridad a aquellos hombres que «ocupan un cargo».

La noción de liderazgo que encontramos en el Nuevo Testamento resulta marcadamente distinta. Como se señaló anteriormente, no existe ningún justificativo bíblico para la idea de que el liderazgo de la iglesia es algo oficial. Tampoco hay ningún apoyo escritural al concepto de que algunos creyentes tienen autoridad sobre otros creyentes. La única autoridad que existe en la iglesia es Jesucristo. Los seres humanos no tienen autoridad en ellos mismos. La autoridad divina descansa solo sobre la Cabeza y se expresa a través del cuerpo.

Un buen liderazgo, por lo tanto, nunca es autoritario. Solo exhibe autoridad cuando esta expresa la mente de Jesucristo. Las tareas básicas del liderazgo bíblico son proporcionar ayuda, nutrir y desarrollar, guiar y servir. Hasta el punto en que un miembro sea un modelo de la voluntad de Dios en una de esas áreas, ejerce un liderazgo.

No sorprende que Pablo nunca haya elegido usar ninguno de los más de cuarenta términos griegos referidos a «oficio» y «autoridad» cuando hablaba acerca de los líderes. Otra vez señalo que la palabra favorita de Pablo para describir al liderazgo es opuesta a lo que la mente natural sospecharía. Se trata de diakonos, que se refiere a un «siervo».

Nueva traducción del Apéndice por;

José L. Bosque 2/12/2014

Editor de http://godsleader.com/ y http://iglesiaorganica.com/

Que es la Iglesia Orgánica?  Que es una Iglesia Orgánica?

Apéndice: Objeciones y respuestas con respecto al liderazgo

  1. J. N. Darby, The Holy Scriptures: A New Translation From the Original Languages, Kingston Bible Trust, Wembley, 1991, p. 1435.
  2. Gerald F. Hawthorne y Ralph P. Martin, Dictionary of Paul and His Letters, InterVarsity Press, Downers Grove, IL, 1993, pp. 658-666.
  3. Estoy de acuerdo con esos eruditos que aceptan la autoría paulina de las «Epistolas Pastorales».
  4. F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990, pp. 374, 385, 391.
  5. F. F. Bruce, 1 and 2 Thessalonians , Word Books, Waco, TX, 1982 , pp. 118-120; Robert Banks, Paul’s Idea of Community, Hendrickson, Peabody, MA, 1994, pp. 141, 144.
  6. Ibid, F. F. Bruce.
  7. Para más detalles sobre la historia de la ordenación moderna, ver el libro de Frank Viola y George Barna, Pagan Christianity, Tyndale, Carol Stream, IL, 2008, capítulo 5.
  8. No todas las iglesias del primer siglo tenían ancianos. Por ejemplo, no parecería que hubiera habido ancianos en Corinto o en Antioquía de Siria. Por consiguiente, los obreros de nuestros días pueden reconocer ancianos en algunas iglesias y en otras no. El método a través del que se avalan también puede variar de iglesia a iglesia, dependiendo de las circunstancias y de la guía del Señor.
  9. Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1987, p. 622.
  10. Kevin Giles, Jesus and the Father, Zondervan , Grand Rapids , MI, 2006; Gilbert Bilezikian se hace eco de este punto en Community 101, Zondervan, Grand Rapids, MI, 1997, p. 200, diciendo: «La noción de una relación semejante de subordinación dentro de la Divinidad es completamente extraña a las Escrituras. En lugar de eso, su contenido enseña exactamente lo opuesto».
  11. Kevin Giles, Jesus and the Father, Zondervan, Grand Rapids, MI, 2006, pp. 9, 38-39.
  12. Gilbert Bilezikian, Community 101, Zondervan, Grand Rapids, MI, 1997, p. 192.
  13. Kevin Giles, Jesus and the Father, Zondervan, Grand Rapids, MI, 2006, p. 13.
  14. Los siguientes libros refutan con éxito la idea de que la Trinidad sea jerárquica: Kevin Giles, The Trinity and Subordinationism, InterVarsity Press, Downers Grove, IL, 2002; Jesus and the Father, Zondervan, Grand Rapids, MI, 2006; Gilbert Bilezikian , Community 101, Zondervan, Grand Rapids, MI, 1997, apéndice; Miroslav Volf, After Our Likeness: The Church as the Image of the Trinity, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1998.
  15. Kevin Giles, What on The Earth is the Church? InterVarsity, Downers Grove, IL, 1995, p. 224.
  16. Miroslav Volf, After Our Likeness, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1998, p. 4.
  17. Vine’s Expository Dictionary of New Testament Words, Macdonald Publishing Company, Mclean, p. 806.
  18. E. L. Sukenik, Ancient Synagoges in Palestine and Greece, Oxford University Press, Oxford, 1934.
  19. Para acceder a más detalles, ver el libro de Frank Viola y George Barna, Pagan Christianity, Tyndale, Carol Stream, IL, 2008, capítulo 5.
  20. The Christian Baptist, vol. 1, The Gospel Advocate, Nashville, 1955, pp. 319-324.